El 4 de octubre en el marco de la Escuela de Verano – Invierno de la Asociación de Universidades Grupo Montevideo (AUGM), evento que formó parte de la semana de la Gestión Universitaria en Movimiento, se realizó la Conferencia «Universidad, Innovación y Desarrollo. En búsqueda de la solidaridad eficiente», a cargo de Rodrigo Arocena, exrector de la Universidad de la República (Udelar). Arocena inició su ponencia a partir de una interrogante: «¿Cómo pensar la evaluación, el planeamiento y la gestión de las universidades en los tiempos que vive nuestra región y el mundo?».
«Creo que el título de la charla Universidad innovación y desarrollo en búsqueda de la solidaridad eficiente, se presta bien para partir de algo muy concreto: La pandemia», afirmó Arocena. Señaló que aunque la pandemia fue un hecho dramático para la humanidad hoy parece haber desaparecido de la reflexión con respecto al futuro. «Eso es echar en saco roto algunas lecciones que podrían ser claves. Fue un momento de verdad que podría indicar caminos de futuro», apuntó.
«Entre las muchas cosas que puso de manifiesto la pandemia en relación a nuestras casas de estudio, una de ellas fue lo que realmente constituye la autonomía en la perspectiva de la reforma universitaria latinoamericana, ni subordinación ni aislamiento sino autonomía conectada con toda la sociedad», añadió. Para Arocena un ejemplo de ello en Uruguay fue que cuando se decretó la pandemia «los universitarios y universitarias no esperaron órdenes para salir a colaborar, no necesitaron instrucciones, no tuvieron que consultar algún manual de uso apresuradamente escrito, estaba en el ADN de su relacionamiento con la sociedad». «Si hay problemas, ahí tenemos que estar las y los universitarios y sabemos con quién ir a vincularnos, si hay problemas tenemos conocimientos del más alto nivel que pueden servir para afrontarlos», enfatizó.
El exrector recordó que durante la pandemia las universidades llevaron adelante iniciativas propias que contribuyeron a encarar los problemas sanitarios y más generales de salud y sociales, «nunca la ciudadanía latinoamericana había apreciado tanto el potencial de sus comunidades académicas», afirmó. Entiende que asimismo durante este período quedaron en evidencia algunos aspectos de las universidades como la capacidad de crear nuevas estrategias para mantener funcionando los procesos de enseñanza y el alto nivel de investigación, que les permitió, frente al acaparamiento de vacunas que llevaron adelante los países del norte, encontrar soluciones mejores, originales y más baratas. «Se fue capaz de innovar en condiciones de escasez y esto fue posible porque existía compromiso social, y mucha capacidad acumulada de conocimiento y de investigación», resaltó. Añadió que además innovar no es inventar sino incorporar lo nuevo a las prácticas colectivas. Por lo tanto, eso siempre se hace en relación con otros y estos vínculos no se inventan de la noche a la mañana, se construyen.
Las universidades de cara al futuro
Arocena señaló que a las generaciones universitarias de hoy y de mañana les corresponde aprovechar lo mejor de esta experiencia para construir alternativas nuevas que puedan defender ese ideal de universidad socialmente comprometida. «Imaginemos un Gobierno que, en lugar de perseguir o simplemente ignorar en nuestras universidades las convoque junto a muchos otros actores a poner en juego sus respectivas capacidades para afrontar problemas endémicos de nuestras sociedades como el deterioro ambiental y climático, la desigualdad, la pobreza, la marginación, la formación insuficiente y la desocupación», reflexionó. Siguiendo esta línea de pensamiento propuso imaginar que cualquiera de los gobiernos latinoamericanos resuelve crear oficinas de ciencia, tecnología e innovación en intendencias, ministerios y entes públicos, para buscar en conjunto con el conocimiento nacional soluciones a problemas de sus respectivas áreas que requieran investigación propia e innovación, que involucre a diversos actores y particularmente a los postergados.
Destacó que hay dos maneras de concebir el desarrollo: viendo a la gente como pacientes o viéndola como agentes y sostuvo que «no hay innovación socialmente valiosa y duradera si los actores postergados a los que esa innovación se supone que quiere ayudar, no tienen voz en el asunto».
Entiende que si se convocara a los actores implicados en las problemáticas, se accedería en el país a más soluciones para problemas distintos, basadas en investigación propia en vez de importarlas del exterior. Sostuvo que si los gobiernos convocaran más a las universidades para aportar a solucionar los problemas de la sociedad, se vincularía más la investigación con la extensión. También se avanzaría en superar la tensión que existe entre preocuparse por lo local y preocuparse por lo global, entiende que es necesario generar puntos de encuentro entre estos dos niveles. Asimismo apuntó que si esto pasara se podría esperar que se multiplicaran las oportunidades laborales para las personas con formación terciaria y se atendería mejor que hoy a los intereses materiales de la población.