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Se realizó la primera jornada del ciclo de seminarios virtuales «Pandemia y trabajo a distancia» organizado por el Prorrectorado de Gestión y la Dirección General de Personal de la Udelar. La actividad, que continúa hasta el viernes 28 de mayo y se comparte a través del canal de la Universidad en Youtube, tiene como objetivo reflexionar y problematizar acerca de las condiciones laborales contemporáneas desde una perspectiva integradora.

La participación en estos seminarios es libre y no requiere inscripción previa. Ver más información.

La primera jornada se desarrolló el 26 de mayo de 10 a 12 horas. Allí Claudia Perrone, directora general de Personal de la Udelar, señaló que el ciclo de seminarios se enmarca en la línea programática Escuela de Gobierno del Prorrectorado de Gestión. Apuntó que contará con las ponencias de expertos nacionales y regionales, que con un enfoque interdisciplinario abordarán temas sobre los ejes del contexto de emergencia sociosanitaria por Covid-19, el teletrabajo y las condiciones y medioambiente de trabajo.

En la apertura del ciclo estuvo presente el rector de la Udelar Rodrigo Arim, quien destacó la importancia del encuentro. Indicó que pensar el trabajo a distancia «tiene dos horizontes», uno inmediato y otro a largo plazo. El aspecto cercano es la realidad que se vive desde el 13 de marzo de 2020 a la fecha, que obligó a muchos uruguayos y a la Udelar como institución a migrar el trabajo a plataformas digitales, indicó. Consideró que el trabajo a distancia «no es un lugar para quedarse, ni un ámbito de transformaciones que necesariamente se puedan traducir en clave de mejor bienestar para trabajadores y estudiantes». No obstante, destacó que es un espacio en el cual la Udelar logró articular como institución un funcionamiento orgánico, que posibilitó que se mantuviera todo el tiempo en movimiento y en funcionamiento pleno, aún en los períodos más críticos de la pandemia.

Señaló que el trabajo a distancia, sostenido con esfuerzo, presenta las dificultades propias del contexto actual, en el que se dan desigualdades relevantes debido a las diferentes condiciones de base de los trabajadores. Entre ellas destacó las condiciones físicas del lugar donde viven las personas, la composición familiar, los espacios de conectividad adecuados que existen en la casa, entre otras, que la Udelar ha intentado corregir de forma parcial. Afirmó que es necesario reconocer y contemplar esta situación, «estas desigualdades de base son un problema que la Udelar tiene en el trabajo a distancia y es parte de la reflexión que tenemos que hacer»; en ese sentido estos seminarios «son clave para mirar al futuro», construir una nueva institucionalidad y nuevos espacios académicos y universitarios para los años venideros, expresó. 

El rector planteó el ejemplo de una universidad británica que está comenzando a pensar cómo combinar el trabajo presencial con el que se realiza a distancia y destacó la necesidad de que se desarrolle un espacio similar en la Udelar, «es una reflexión que es compleja pero tenemos que iniciar». Destacó que nuestra institución nuclea a casi 150.000 estudiantes, 10.000 docentes y 6000 funcionarios, «somos una universidad grande, repartida en el territorio nacional, en un país pequeño de algo más de 3 millones de habitantes», apuntó. Por esto, la discusión de cómo se podría aprovechar las oportunidades que abre la no presencialidad en el futuro, es relevante. 

La exposición del primer encuentro del ciclo estuvo a cargo de integrantes del Grupo Uruguayo Interdisciplinario de Análisis de Datos (GUIAD) Covid-19, Marcelo Fiori, docente del Instituto de Matemática y Estadística de la Facultad de Ingeniería de la Udelar, Jaqueline Ponzo, especialista en Medicina Familiar y Comunitaria, y Verónica Nin, doctora en Ciencias Biológicas.

 

Tejer estrategia

Ponzo se refirió al contexto sanitario en el que se encuentra el país destacando tres dimensiones: la perspectiva individual y familiar, la perspectiva epidemiológica y la situación de la epidemia en Uruguay. En cuanto al contexto familiar señaló que las personas pasan por las vivencias de enfermar, recuperarse, temer y padecer junto con las repercusiones que conllevan, como el miedo, el enojo y problemas a nivel laboral como el ausentismo, la pérdida salarial entre otros.  

En la perspectiva epidemiológica abordó algunas definiciones vinculadas al Covid-19, como la de enfermedad emergente, por tratarse de una patología nueva diagnosticada a finales de 2019 y el virus que la produce identificado a comienzos de 2020. Señaló algunas repercusiones de la enfermedad en la salud: por una parte los problemas vinculados directamente al Covid, con manifestaciones agudas, severas, crónicas o graves que pueden llegar a la muerte, y por otro los problemas no relacionados directamente con el Covid como la desatención debida a la saturación del sistema de salud. A estas se suman las repercusiones vinculadas a la continuidad de la enseñanza, a la vida social, crecimiento y desarrollo de los niños, problemas económicos y oportunidades perdidas y ganadas.

Calificó a la situación actual de la pandemia en Uruguay como «severa» por el número de contagios, pacientes hospitalizados, recursos necesarios, letalidad, mortalidad y su impacto. Los datos actuales muestran que en Uruguay desde marzo de 2021, el número de pacientes que ingresan al CTI por Covid superó a los que ingresan por otras patologías, hoy una de cada 100 personas tiene Covid en tránsito y el país ocupa el primer lugar en el mundo en número de muertes por Covid 19 (un promedio de 50 muertes diarias).

Ponzo destacó que la vacunación se presenta como estrategia para el control de la pandemia a mediano y largo plazo pero aunque ha sido excelente para el control de epidemias por enfermedades transmisibles históricamente, no es exitosa para controlar la pandemia en el contexto actual, con valores tan altos de circulación del virus, hospitalización, y gravedad. Aunque más de 1,5 millones de personas han recibido la primera dosis y 1 millón ha recibido las dos dosis, casi dos millones no tienen ninguna de las dos. Dentro del último grupo una alta proporción corresponde a los mayores de edad. Una estrategia de vacunación para controlar la epidemia requiere no menos de un 70% de la población totalmente vacunada, lo que en Uruguay a este ritmo no se podrá alcanzar antes de octubre, «por lo tanto tenemos una situación delicada desde el punto de vista epidemiológico», expresó. Además, el ingreso al país en febrero de la variante P.1 del virus, hoy presente en todos los departamentos, complejiza aún más la situación. 

Concluyó que Uruguay vive en la actualidad una situación de alta complejidad debido a la alta incidencia, prevalencia y mortalidad a causa de la enfermedad. A estas se suman una gran fatiga de las personas, una deficitaria vigilancia epidemiológica, el sistema de salud en máxima exigencia y medidas de control comunitario absolutamente insuficientes. Asimismo circula una sobrecarga de información de mala calidad y muchas veces noticias falsas que perturban la gestión. Frente a este contexto Ponzo subrayó que «es necesario construir respuestas desde el trabajo colectivo, la autogestión, el intercuidado y la solidaridad, en particular desde los lugares de trabajo y la Udelar, muy propicios para tejer esta estrategia».

 

Decisiones informadas

En su presentación, Fiori se refirió a la tasa de contagios, los eventos de supercontagio y las perspectivas de evolución futura de la pandemia de acuerdo a nuestra movilidad.  Respecto a la tasa de contagio o de reproducción una epidemia, también llamada tasa R, explicó que se define como un promedio de la cantidad de personas que cada uno puede contagiar luego de contraer un agente infeccioso. Si R es mayor que 1, el contexto de la epidemia es de crecimiento y si es menor, está decayendo. Si el valor de R por encima de 1 se sostiene en el tiempo, «estamos ante un crecimiento exponencial» y cuanto mayor es R más rápido crecerán los contagios, indicó. En el caso de SARS Cov-2, al comienzo de la epidemia y sin medidas de contención como el uso de tapabocas, la tasa R se situaba entre 2 y 3. 

Respecto al Covid-19, además de la tasa R se debe considerar cómo se distribuyen los casos, porque ocurren «situaciones en que un grupo chico de personas contagian a muchos, mientras otros grupos contagian a pocos». Algunos factores asociados a esto son de origen biológico y otros tienen que ver con el ambiente en que nos movemos, explicó Fiori. Según estudios realizados por el GUIAD Covid, algunos grupos prevalecen en eventos de mayor contagio o «supercontagio», por ejemplo, la población en las cárceles o los trabajadores de frigoríficos. En este ambiente laboral, al igual que en algunos eventos religiosos, «se tiende a hablar fuerte o gritar» y esto contribuye a una mayor propagación del virus. Utilizó algunos ejemplos de supercontagio estudiados y documentados en Corea del Sur. Uno de ellos ocurrió en un restaurante, allí se encontró que la transmisión estuvo vinculada con la distribución del espacio en el local, la ubicación de las personas respecto del flujo de aire acondicionado y el tiempo de permanencia en el lugar.

El investigador señaló que debemos ser conscientes de los riesgos. Explicó que la transmisión tiene relación directa con la cantidad de partículas que las personas infectadas emiten en un ambiente determinado. Estas partículas se liberan aún en silencio, y el riesgo de contagio va en aumento según se hable, se grite o se cante; también aumenta a medida que crece el tiempo de exposición. Partiendo de esa base, en un posible escenario laboral donde una persona infectada comparte un espacio cerrado de dimensiones estándar con otras cinco, sin utilizar tapabocas, al cabo de 2 a 4 horas todas estarán contagiadas, explicó. El uso de tapabocas «disminuye el riesgo, no lo elimina», aclaró. En el mismo escenario la posibilidad de contagio se reducirá significativamente si el espacio se ventila adecuadamente.

Fiori mostró cómo evolucionó la movilidad en Uruguay desde febrero de 2020 hasta hoy y observó que en ese período la correlación entre la baja de la movilidad y la tasa de contagios no fue constante. Durante gran parte de 2020 la fuerza fundamental que mantuvo la transmisión en un nivel razonable «era el rastreo de contactos», explicó. En noviembre el rastreo declinó y «ahora la movilidad dice mucho» sobre cómo se comporta la tasa de contagios: desde febrero de 2021, se observa que la curva de la tasa R y la de movilidad -obtenida por datos de Google y trasladada dos semanas en el tiempo- muestran una evolución muy similar, explicó. Es decir, la movilidad de hoy repercute días después, en un escenario donde el efecto de la vacunación todavía no es importante. Resaltó la importancia de «tomar decisiones informadas y comportarnos de una manera racional».

 

Decisión, lógica y sesgos

Por su parte Nin enfocó su exposición en el comportamiento de las personas durante la epidemia. Los comportamientos individuales inciden sobre ella en tres aspectos fundamentales: en primer lugar, pueden minimizar las probabilidades de adquirir la enfermedad. Esto ocurre si apelamos a las medidas ya conocidas de prevención como el uso de tapabocas, el distanciamiento físico, la ventilación, entre otras.  En segundo término cuenta el comportamiento en casos de sospecha o confirmación de contagio, que implica medidas de aislamiento e información a los contactos. Otro aspecto refiere a la vacunación, se vincula con la decisión de vacunarse y con la reducción de los contactos hasta tanto no alcancemos la inmunización completa.

El comportamiento humano puede abordarse desde varias perspectivas que son complementarias, como la psicología, la economía, la tecnología, con relación al uso que hacen las personas de ella, y la salud pública, explicó. Indicó que «en nosotros conviven dos sistemas de toma de decisiones», las cuales debemos tomar permanentemente. Nos conducimos con un modelo dual que combina un sistema automático -que nos permite tomar decisiones rápidamente, involuntaria e inconscientemente, que insume poco esfuerzo mental, es sensible a las emociones y susceptible a errores-, con un sistema controlado de decisiones informadas, que es voluntario, costoso en tiempo y en esfuerzo mental, que opera con las leyes de la lógica y nos permite tomar decisiones más confiables.

El primer sistema opera de forma continua, únicamente elegimos cuándo utilizar el sistema controlado, explicó, e incluso cuando lo hacemos estamos sometidos a una racionalidad limitada, dentro de los límites de nuestra capacidad cognitiva. Además, elegimos en base a la información que tenemos y dentro de cierto límite de tiempo. En el contexto actual, desempeñamos varios roles que coinciden en el tiempo y el espacio, agregó, como por ejemplo el del trabajo en casa, el cuidado y apoyo en la educación a distancia de los hijos y el trabajo doméstico. Cada uno de esos roles tiene una serie de valores asociados, «tomar decisiones en un rol puede tener incidencias en las decisiones y comportamientos que podemos llevar adelante en otros roles», puntualizó. Además, cognición y emoción no operan de forma separada, se influyen y conectan.

Nin agregó que en nuestro sistema automático de toma de decisiones tendemos a comportarnos de una forma predecible que desde el punto de vista racional no es la más eficiente y nos conduce a errores que son llamados sesgos cognitivos. Estos también operan constantemente, como ejemplo aplicable a esta pandemia indicó que tendemos a ser complacientes con nosotros mismos, por eso cuando no podemos seguir una recomendación para prevenir el contagio tendemos a atribuirla a una cuestión circunstancial, en cambio cuando otros no adhieren a las medidas utilizamos otros criterios.

Los medios de comunicación y contenidos que consumimos también configuran nuestros sesgos, porque para decidir consideramos solo lo que está dentro de nuestro radar, no aquello que no se nos da a conocer. Además, tendemos a fijarnos en aquellos aspectos de la realidad que confirman nuestras creencias, lo que configura el «sesgo de confirmación», y a descartar todo aquello que las contradice. Este sesgo se evidencia en la forma en que manejamos nuestras redes sociales, dado que solemos mantenernos dentro de un círculo de usuarios y contenidos afines a nuestra forma de ver la realidad.

Nuestro comportamiento también está influido por características individuales, sociodemográficas, de género, de edad, de percepción de riesgo, de prosocialidad, entre otras. Por otra parte estamos sujetos a normas sociales de diversas categorías, que están influenciadas por aspectos culturales.  Como ejemplo mencionó que durante esta pandemia las culturas orientales lograron seguir con mayor facilidad las reglas impuestas desde la autoridad y mostraron un comportamiento más cohesivo que las culturas occidentales.

Nin también se refirió a las características que debe tener la comunicación en contextos de crisis. Es ideal que incluya mensajes claros, explícitos y consistentes, sin coexistencia de mensajes contradictorios, con franqueza en las proyecciones y considerando que nos manejamos en un terreno incierto donde estas no son ni estáticas ni absolutas.

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